Contemplador de estrellas
Sin quitar la mirada del cielo en ningún instante, se ponía a contemplar abstraído las estrellas (porque él creía que eran un regalo personal del cielo para él). Las contaba muchas veces cada noche, para asegurarse si el cielo le había regalado una mas.
Nadie más entendía que al observar el cielo él encontraba sentido a su existir, se sentía parte del infinito, sentía que se fundía con ellas y brillaba en la penumbra, imaginaba ser tan hermoso y majestuoso en la inmensa oscuridad.
Todo su ser extasiado en un infinito silencio disfrutaba cada segundo de estar ahí, el tiempo, el pasado, el futuro, su angustia, su ansiedad, sus miedos, sus cicatrices, sus desamores, sus conflictos, sus decisiones, sus excusas y justificaciones se desvanecían en el camino desde donde el estaba hasta la estrella más lejana. Nada ni nadie mas existía entre las estrellas y él.
Recordó haber sido sorprendido por su abuela en ese trance, fue la única que descubrió su secreto. Lo reprendió cariñosamente por contar estrellas, diciéndole que cada vez que terminara de contar aparecerá una nueva para él. Y que un día si él realizaba sus mas anhelados sueños, al final no moriría, sino que se convertiría en polvo de estrella con un tamaño y brillo proporcional al de sus sueños.
Ahora mucho tiempo después que mi abuela ya no está, logro comprender que las estrellas son los soñadores que lograron sus sueños realidad y ahora guían e inspiran el camino de nuevos soñadores. Aquellos que acepten su propia luz y elijan iluminar la oscuridad donde les tocó vivir.

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