Fluir en la Vida
Estás totalmente inmerso en lo que estás haciendo, absolutamente concentrado y sin conciencia de ti mismo. La actividad que realizas es un desafío, es apasionante, y pone a prueba tus habilidades y tu experiencia. Cuando «fluyen», las personas dicen que se sienten fuertes y eficaces (en el apogeo de sus habilidades), alertas, con control, y para nada conscientes de sí mismas. Realizan la actividad porque sí.
Los estados de flujo son gratificantes por sí mismos y uno naturalmente quiere repetidos. Sin embargo, allí reside una paradoja aparente. A medida que uno adquiere nuevas habilidades (por ejemplo, esquiar, escribir, pronunciar discursos, cuidar las plantas, etc.), fluimos menos, porque la tarea que tenemos entre manos deja de ser igual de estimulante y de exigir la misma atención. Por consiguiente, para seguir fluyendo tenemos que estar poniéndonos constantemente a prueba con actividades cada vez más difíciles. Tenemos que aplicar la concentración mental o un esfuerzo físico agotador. Tenemos que poner a prueba nuestras habilidades o encontrar nuevas oportunidades de aplicadas. Esto es maravilloso, porque quiere decir que estamos constantemente esforzándonos, creciendo, aprendiendo y volviéndonos más competentes, expertos y complejos.
Fluir hace que nos enfrasquemos en la vida (en lugar de dejarnos alienar por ella), que disfrutemos con las actividades (en lugar de encontrarlas aburridas), que tengamos la sensación de control (en lugar de sentimos impotentes), y nos hace sentir con un yo fuerte (en lugar de sentirnos indignos). Todos estos factores llenan la vida de significado y le aportan riqueza e intensidad. Y también felicidad.
Adoptar valores nuevos. Las personas felices tienen la capacidad de disfrutar de su vida incluso cuando carecen de las condiciones materiales y aunque no hayan alcanzado muchos de sus objetivos. ¿Cómo lo consiguen? Tomando como guía los valores siguientes: 1) estar abiertos a experiencias nuevas y diferentes (cocinar para diez personas, incorporarse a un equipo de softball, hacer una excursión a algún lugar lejano, aprender a jugar al squash) y 2) aprender hasta el día en que te mueras (ya sea a cocinar a la parrilla, a hablar una lengua extranjera, hacer punto, la historia de la Segunda Guerra Mundial, una manera más eficaz de mantener las amistades, una palabra o un juego nuevos, etc.). Trata de imitar la concentración embelesada que ves en el rostro de un niño pequeño que aprende cosas nuevas y maravillosas todos los días, como andar, saltar, hacer un rompecabezas, el significado de las palabras o a comprender por primera vez cómo funcionan las cosas (el tráfico, los ojos, la escuela, el correo). El estado de flujo es algo natural para el niño, pero es posible que tú tengas que esforzarte para conseguirlo.
Según un estudio fascinante sobre trabajadores, las personas ven su trabajo de una de las tres maneras siguientes: como un empleo, como una carrera o como una vocación." Los que ponen su trabajo en la categoría de «empleo», lo perciben fundamentalmente como un mal necesario, un medio para lograr un fin: el trabajo les hace falta para mantenerse y no es algo positivo ni gratificante. Por consiguiente, trabajan para conseguir el dinero necesario para disfrutar del tiempo que pasan fuera del trabajo. En cambio, la categoría de «carrera» es un empleo con promoción. Las personas que dicen que tienen una carrera tal vez no vean su trabajo como una parte positiva importante de su vida, pero tienen oportunidades o ambiciones de promoción. Invierten más tiempo y más energía en su trabajo, ya que las oportunidades que crean para sí mismas pueden brindarles la recompensa de un aumento de su posición social, su poder y su auto estima. Por último, los que consideran su trabajo como una «vocación» dicen que disfrutan trabajando y que lo que hacen les resulta satisfactorio y socialmente útil. No trabajan por la compensación económica ni por la promoción, sino porque quieren; es inseparable del resto de su vida.
Por ejemplo, las entrevistas a 28 personas que integraban el equipo de limpieza de un hospital revelaron que a algunos de ellos les desagradaba limpiar, les parecía que no requería demasiada habilidad y hacían la mínima cantidad de trabajo; otros, en cambio, transformaban el trabajo en algo más elevado y más significativo. Para este segundo grupo de limpiadores, su trabajo mejoraba la vida cotidiana de los pacientes, los visitantes y las enfermeras. Participaban en muchas más interacciones sociales (por ejemplo, indicaban el camino a un visitante, alegraban el día a un paciente), decían que les gustaba limpiar y consideraban su trabajo muy cualificado. No es de extrañar que estos limpiadores fluyeran en su trabajo. Se planteaban desafíos a sí mismos; por ejemplo, cómo hacer el trabajo con la máxima eficacia o cómo contribuir a que los pacientes sanaran más aprisa haciéndolos sentir más cómodos. Incorporaban otras tareas a sus obligaciones formales, como cambiar de lugar las pinturas de las paredes o llevar flores silvestres. Se veían a sí mismos como parte de un conjunto equilibrado más grande (no todo era pasar la mopa y vaciar las papeleras), que era parte de un sistema que mejora la vida de los seres humanos.
(Mihaly Csikszentmihalyi)

.jpg)
Comentarios
Publicar un comentario