Las causas de la infelicidad: Bertrand Russell

En su libro La conquista de la felicidad Russell describe las causas de infelicidad, entre ellas las siguientes:

  • No creer en la felicidad causa infelicidad.
  • La competencia, entendida como la lucha por el éxito. El éxito sólo es un ingrediente de la felicidad y saldrá muy caro si para obtenerlo se sacrifican todos los demás ingredientes.
  • Tanto un exceso de aburrimiento (un deseo frustrado de que ocurra algo) como de excitación, llevan a situaciones indeseables.
  • No hay nada tan agotador como la fatiga física excesiva y sobre todo, la nerviosa (por permanente indecisión). Ni nada tan estéril como el egocentrismo, la carencia total de miras elevadas: «El hombre capaz de centrar sus pensamientos y esperanzas en algo que trascienda puede encontrar cierta paz en los problemas normales de la vida».
  • La envidia hace desgraciadas a las personas.
  • El sentimiento de pecado hace desdichado al hombre y es una de las más importantes causas de infelicidad en la vida adulta.
  • La manía persecutoria. Es imposible que alguien se sienta bien cuando piensa que todo el mundo le trata mal o quiere su mal.
  • Miedo a la opinión pública, al rechazo a lo  diferente, a la intolerancia y del daño que ello produce porque «casi todo el mundo necesita un entorno amistoso para ser feliz» 

Para Russell la felicidad que denomina básica consiste en un interés amistoso y en reaccionar, ante las personas y cosas que nos rodean, de la forma más amistosa y no hostil posible, así como en tener un abanico de intereses. En su receta para alcanzar la felicidad incluye lo siguientes ingredientes: El cariño, la familia, el trabajo, los intereses no personales, el esfuerzo y la resignación.

El actual Dalai Lama, afirma rotundamente que el propósito de la vida es buscar la felicidad y, puesto que satisfacer las necesidades físicas es relativamente más sencillo, deberíamos dirigir nuestros mayores esfuerzos a alcanzar la paz mental. El método o fórmula que propone para alcanzarla es desarrollar el amor y la compasión.


*Entre la muerte y el destino nos queda siempre un cierto margen de maniobra y libertad. Sobre ese estrecho margen de maniobra construimos el frágil edificio de nuestra felicidad.

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