El viaje del guerrero

Ya no eres el mismo de hace unos momentos atrás y, si eres lo suficientemente sabio, nunca volverás a serlo. Otras cosas importarán ahora, otras montañas habrás de subir. Otros Demonios enfrentarás, otros hermanos caminarán contigo. Vive tu nueva vida, mira con tus nuevos ojos. Sin embargo, prepárate a renacer. Nuevamente. Sólo así podrás llegar al final del camino.

Has estado demasiado tiempo en este lugar. El aire está enrarecido. Estás estancado, no fluyes. Tu entorno ya no te aporta nada nuevo. Debes, pues, marcharte en busca de nuevos amaneceres. Deja lo superfluo, lleva contigo sólo lo esencial. Tu corazón, tu espíritu y tu cuerpo son suficientes.

Muestra el interior. Desecha lo superficial y libérate. Vive con la verdad.

Durante largo tiempo has sido esclavo de tu debilidad. Hay una tarea delante de ti. Sabes que debes hacerlo, pero lo has estado postergando. Ya sea porque será doloroso, o porque te sientes incapaz de hacerlo. Pero no puedes dejar de oír tu voz interior. En algún momento deberás tomar las riendas del carruaje. Así es que asume tu condición de Guerrero y cumple con tu deber ahora.

Antes de emprender el viaje. Busca dentro de ti, atrévete a mirar en tu interior.

En la jornada encontrarás alimañas y carne putrefacta. Pero encontrarás princesas y Maestros también. Ellos te ayudarán en el combate. Persigue al demonio, acósalo, enfréntalo. Desciende hasta el fondo del infierno a buscarlo. Verás que se esconde y rehuye tu presencia. Si no lo ves cuando lo buscas, escarba en los rincones no explorados aún. Persíguelo día y noche. Aprende a reconocer sus huellas, sus olores, sus marcas. Y cuando lo encuentres, pártelo en dos de un sólo sablazo. Sin ira, pero con la fuerza del trueno. Obsérvalo cuidadosamente. Cerciórate de que está muerto. Luego regresa a la superficie.

Un verdadero Guerrero está siempre vigilante, siempre alerta, al acecho. Debes mantener tus ojos bien abiertos para poder mirar a tu interior. Vigila que tu corazón esté siempre limpio, libre y liviano. Observa el rumbo que está tomando tu vida en este momento. ¿Vas a dónde quieres? ¿O simplemente eres arrastrado? ¿Cuánto de ti has entregado? ¿Cuánto has transado? ¿En qué cosas importantes has claudicado? ¿Qué sentido tiene lo que estás viviendo ahora? ¿De qué manera se relacionan con el pasado? ¿Cuáles serán las consecuencias en el futuro? ¿Sigues manteniendo la dignidad de todo Guerrero? ¿Es tu corazón aún tierno y bondadoso? ¿Es tu espíritu tan gélido como para saltar al vacío?¿Eres feliz?
Salta al precipicio. Arriésgalo todo y lánzate. Aunque todo en el exterior parezca indicar que morirás, inténtalo. La mano del Altísimo te recogerá en el último momento. Pasarás hambre y frío. Sentirás el horror apoderarse de tu piel durante la caída. Pero no dudes. Si lo haces, morirás. Confía en que nada te pasará. Y aterrizarás suavemente. Está dicho. Si combates en armonía con el Universo, no puedes sino vencer. Si combates porque es la única manera de recuperar el equilibrio perdido, no puedes sino vencer. Si combates porque has agotado todas las otras alternativas, no puedes sino vencer.

¿Pero qué significa vencer? Ganar la batalla con sólo hacer sentir a tu adversario el poder del que eres continente, el poderío del Universo. Hacer comprender a tu oponente que no tiene caso el derramar sangre sobre esta bella Tierra. Es hacer de tu enemigo un amigo. Es contribuir a la paz en el mundo. Es cumplir con la voluntad del Altísimo. Es vivir.

Examina lo importante. Elige ahora lo realmente importante. Será evidente que debes dedicarte a una tarea en particular. Concéntrate en tu objetivo y nunca lo pierdas de vista. Sumérgete en lo que tienes que hacer y dedícate con disciplina guerrera a ello. Trabaja día y noche, con tesón y voluntad inquebrantable. Descansa lo necesario, reposa unos instantes y sigue adelante. No descuides, sin embargo, tu vida. Debes dormir bien y comer sanamente para seguir adelante.

Es tiempo de amar. Comparte la alegría de la Vida con los que te rodean.Abraza a tus amigos, a tu hermano. Besa a tus padres, que te regalaron con la vida. Haz el amor a tu mujer. Siente tu corazón desnudo, embriagado por el gozo de la libertad que da el Amor. Siéntelo palpitante, sensible a la vida. Libera los nudos.

Una vez arriba y otra vez abajo. Una vez adelante y otra vez atrás. Es este un momento de derrota para ti. Has perdido una batalla en el Camino del Conocimiento. Has perdido un combate. Asúmelo, hazte cargo de tu derrota. Nadie más que tú es el responsable de la misma. A nadie puedes culpar por ello. O te faltó sabiduría o te faltó valentía. La cosa es que no hiciste lo que debías hacer en el momento justo. Debes aceptar con humildad tu equivocación. Si heriste, pide perdón. Sí destruiste, construye. Si separaste, une. Lo importante es que no cometas de nuevo el mismo error. Sólo así podrá el Sol brillar para ti. Ahora bien, además de hacer cuanto esté a tu alcance por reparar lo dañado debes estar preparado para enfrentar las consecuencias que de tu accionar devengan.

Deja lo que estás haciendo. Siéntate. Reposa. Endereza tu columna. Relaja tus ojos. Mira al horizonte, sin enfocar nada en particular. Barre el infinito con la mirada apacible. Eres parte del Universo, hijo del Cielo, de la Tierra y del tiempo. Hermano del Sol y de la Luna. Tu vida tiene que ver con todo lo que ves. Eres parte de ello. Tienes todo para ser feliz así es que no busques nada más allá de ti. Suspéndete en el aire. Déjalo todo en manos del Altísimo. Confía en que todo será para mejor, aunque no seas capaz de entenderlo ahora. Siéntate. Respira. Entrégate.

(El Oráculo del Guerrero)

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