El Bambú
Sembrar una planta es un acto de bondad con el mundo, es agradecer la vida intentando devolver vida con vida.
Sin
embargo la mayoría de veces necesitamos pruebas tangibles de nuestros
actos de bondad que reafirmen nuestra predispocisión a corto, mediano y
largo plazo. ¿Qué sucede cuando no hay respuestas a corto ni mediano
plazo?
El bambú es un
ejemplo singular para explicar este acontecimiento, al sembrar una
planta es necesario sembrar la semilla, abonarla, y regarla
constantemente. Al poco tiempo brotará de la tierra como un signo de
triunfo de la vida y reforzara tu generosidad.
¿Qué pasaría? si durante los primeros meses no sucede nada apreciable, ningún brote, ningún indicio. ¿seguirías cultivando sin tener una muestra palpable de su existencia?, y tus cuidados serían los mismos al primer o tercer año? ¿Cuánto tiempo esperarías? ¿Esperarías siete años sin ninguna prueba visible de lo que estas haciendo?.

Hay situaciones en la vida, donde solo tienes que bregar hacia adelante sin esperar alguna manifestación de tus logros y trabajo, donde solo tendrás la satisfacción del acto mismo y la añorada esperanza de que llegue ese día.
Muchas veces así es el Amor, donde necesitas cultivarlo y no esperar nada a cambio, sin reciprocidad, sin democracia ni justicia a través del tiempo. Sin nada a cambio. Dónde pueden tambalear tu amor propio, tus convicciones, tu tiempo, tus sueños, tú...
Muchas veces así es el Amor, donde necesitas cultivarlo y no esperar nada a cambio, sin reciprocidad, sin democracia ni justicia a través del tiempo. Sin nada a cambio. Dónde pueden tambalear tu amor propio, tus convicciones, tu tiempo, tus sueños, tú...
Definitivamente si logras pasar esta prueba de paciencia, al séptimo
año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crecerá mas
de 30 metros.
Todo el tiempo de crecimiento acumulado se mostrará
visible de manera tan formidable.
¿Soy lo suficientemente paciente para esperar resultados favorables? ¿Cuáles son mis límites?
Son preguntas que todos deberíamos responder, porque si tenemos la fortaleza de espíritu y la fe como para cultivar un bambú, entonces merecemos todos los frutos que de ello podemos cosechar.
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